Santuario en Belén de Escobar
de la Diócesis Zárate-Campana
Movimiento Apostólico de Schoenstatt
Qué es Schoenstatt? Un lugar, una familia, un camino...
Mucha gente pregunta: ¿qué es SchoenÂstatt?
Para entender correctamente una obra, es preciso comprender a su arÂquitecto y las circunstancias externas en las cuales la ha realizado.
Por eso no es irrelevante el momento histórico cuando se origina Schoenstatt. Es en octubre de1914. Un año clave, que marca los comienzos de un cambio inaudito en la historia. ("Fui testigo -dice Arnold Toynbee- de las primeras etapas de la revolución mundial que comenzó en 1914 y que, desde entonces, sigue ganando impulÂso"). En carta dictada en septiembre de 1968, pocos dÃas antes de su muerte, el Padre Kentenich subrayaba la importancia del hecho de que la historia de Schoenstatt y la de los tiempos más nuevos "se hayan igualado desde el primer estadio y que desde el comienzo se hayan desaÂrrollado en forma paralela".
Schoenstatt es un lugar
La palabra alemana "Schoenstatt" se compone de dos partes: "schön" -que significa lindo, bello- y "statt", que significa "lugar".
A 60 kilómetros al sur de Bonn, donde el rÃo Mosela vuelca sus aguas en el Rhin, se halla la vieja ciudad de CoblenÂza, que remonta sus orÃgenes al tiempo de las legiones romanas. A 7 kilómetros al norte de Coblenza, sobre la margen oriental del Rhin, se juntan las pintoÂrescas casas del secular pueblito de Vallendar. Junto al mismo, en el pequeño valle, el Padre José Kentenich se desempeñaba, desde 1912, como director espiritual en el Seminario Menor de los Padres PaloÂtinos. Se habÃa propuesto formar, en sus jóvenes educandos, "personalidaÂdes recias, libres y sacerdotales". En abril de 1914 los jóvenes fundan una Congregación Mariana. En julio de ese año es puesta a su disposición una pequeña capilla, dedicada a San Miguel Arcángel, que estaba abandonada en el valle. En su plática del 18 de octubre, el Padre Kentenich les propone su "seÂcreta idea predilecta", su "audaz penÂsamiento": "quisiera convertir este luÂgar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la Provincia alemana y quizás más allá. Todos los que acudan acá para orar deben experimentar la gloria de MarÃa...".
El 18 de octubre de 1943 es bendecido en Nueva Helvecia (Uruguay) la priÂmera réplica del Santuario de SchoenÂstatt. Desde entonces comienzan a mulÂtiplicarse por el mundo los Santuarios filiales, siendo en la actualidad más de setenta.
Esta presencia particular de la Virgen MarÃa en dichos lugares (esto es lo esencial de los santuarios marianos) encuentra, a partir de 1965, una nueva proyección en el seno de las familias, a través del "Santuario-hogar".
Schoenstatt es una Familia
Esta supone padre, madre, hijos, herÂmanos. Un pequeño -y gran- mundo de vÃnculos personales. Vivencias. CosÂtumbres. Una historia en común. Un ideal, valores, metas.
Schoenstatt tuvo desde el principio una Madre. Aquella Mujer maravillosa que, siendo Madre de Dios, recibió al mismo tiempo la tarea de ser Madre de los hombres: la Virgen MarÃa. Ella es recoÂnocida en Schoenstatt como la FundaÂdora, Reina y Educadora. Con el correr del tiempo fue manifesÂtando sus glorias desde el Santuario. Cientos, miles de hombres pueden dar testimonio de ello. Al estallar la SegunÂda Guerra Mundial, y cumplirse los veinticinco años de la fundación de Schoenstatt, escribÃa el Padre KenteÂnich: "Todo lo grande y valioso que hemos recibido durante este tiempo, en este santo lugar, está Ãntimamente liÂgado con la Madre, Señora y Reina de Schoenstatt. Simplemente Ella es el don que la sabidurÃa, bondad y omnipotenÂcia divina ha querido regalar, de un modo especial, el 18 de octubre de 1914 a nuestra Familia y, por su interÂmedio, nuevamente al mundo entero".
Desde el comienzo hubo en Schoenstatt un Padre, que supo ser instrumento fiel de la Stma. Virgen. Un hombre de metas grandes y claras, un hombre deÂcidido y entregado. Un sacerdote que, conociendo a los suyos, se preocupaba hasta de los Ãnfimos detalles de cada uno. Al ser nombrado Director Espiritual reÂveló su actitud con claridad meridiana: "Me pongo enteramente a su disposiÂción, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poÂder y mi impotencia; pero, por sobre todo, les pertenece mi corazón".
Schoenstatt es y quiere ser una gran familia de hermanos. Una fraternidad que va más allá de los lazos de la carne y de la sangre. Una fraternidad fundada en Cristo y MarÃa, que se traduce en una efectiva comunidad de destinos entre todos aquellos que se han inÂcorporado a la alianza de amor del 18 de octubre de 1914.
Schoenstatt es una misión
Un movimiento apostólico, de Iglesia y para la Iglesia. Que busca hacer de cada uno de sus miembros un apóstol en su medio ambiente. Y por eso se insiere en las grandes metas del ConÂcilio Vaticano II, a saber: intensificar el dinamismo apostólico del pueblo de Dios.
De modo particular, Schoenstatt quiere hacerse responsable de la persona y de la misión de la Stma. Virgen MarÃa en la Iglesia y en el mundo. En ella contempla la realización del hombre nuevo y de la nueva comuniÂdad. Y el "modelo perfecto de espiriÂtualidad apostólica", ya que "mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de preocupacioÂnes familiares y de trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo y cooperó de modo singularÃsimo a la obra del Salvador" (cf. Conc. Vat II. Seglares, 4).
Al hacerse responsable, de modo espeÂcial, de la misión de la Virgen MarÃa, Schoenstatt también se siente vivaÂmente urgido por la misión de la Iglesia en el mundo de hoy. Pues MarÃa y la Iglesia son inseparables, siendo la priÂmera modelo eximio y Madre de la segunda. De esto da testimonio la inscripción que el Fundador eligiera como epitafio para su tumba: "Dilexit Ecclesiam", "Amó a la Iglesia".
Schoenstatt es un camino
Como la Iglesia, Schoenstatt está siemÂpre en camino, peregrinando hacia el Padre, luchando por su reino en este mundo, hasta que haya "nuevos cielos y nueva tierra" (cf. 2 Pe 3,13).
A medida que avanza en la historia, se esfuerza por ser fiel al primer espÃÂritu, que ve encarnado sobre todo en la persona de su Padre y Fundador. Al mismo tiempo, debe trabajar incanÂsablemente por adaptarse a las diversas personas, culturas, tiempos y circunsÂtancias. Pone particular énfasis en el respeto a la originalidad de cada uno de sus integrantes, de cada grupo o cultura. Trata de enriquecer a cada uno con su historia y su tradición, y al mismo tiempo con el aporte siempre renovado de sus miembros se mantiene en un crecimiento continuo. Ciertamente, este proceso no se da sin tensiones y dificultades. Pero este es el precio que hay que pagar para enÂcarnar un Cristianismo que aspire a ser sal de la tierra y luz del mundo.
P. Esteban Uriburu