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El fundador: el Padre Kentenich

 

Nació el 16 de noviembre de 1885  en Gymnich, cerca de Colonia (Alemania) y fue ordenado sacerdote el 8 de julio de 1910. En los primeros años de su labor pastoral fue Director Espiritual del seminario menor de los Palotinos en Schoenstatt, cerca del Rin, y en esa época puso los fundamentos de su Obra: la Familia de Schoenstatt.

 

En los años que siguieron formó las comunidades sacerdotales y laicales que la componen, y a partir de 1926 fundó los diferentes Institutos Seculares de Schoenstatt.

 

Detenido por la Gestapo en septiembre de 1941, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta abril de 1945. Allí consolidó su Obra y le dio alcances internacionales. A partir de 1949 la Iglesia sometió a prueba a la Obra de Schoenstatt, y la mayor parte de esos años los pasó el Fundador en Milwaukee (EE. UU.). En Navidad de 1965 regresó a Schoenstatt, y sin atender a su avanzada edad, se dedicó con todas sus energías a la dirección de su Obra, extendida por todo el mundo.

 

Inesperadamente, en plena labor sacerdotal, lo llamó Dios a la Patria Eterna el 15 de septiembre de 1968, luego de celebrar la Santa Misa.

 

Lo más característico de su personalidad son los rasgos de una paternidad singular y sobrenatural, que Dios le regaló en forma especial. Lo capacitó con extraordinarias dotes naturales y abundantes dones sobrenaturales para realizar su misión específica para la Iglesia actual y del futuro. Todos los éxitos los atribuyó al poder de la Madre, Reina y Victoriosa Tres Veces Admirable de Schoenstatt, y su gran anhelo era anunciar la grandeza de la Madre de Dios y formar nuevos hombres y comunidades, en los que resplandeciera la presencia y la imagen de María. Empleó toda la fuerza y la atracción de su personalidad en conducir a la personas que se le confiaron hacia la cercanía de Dios, hacia el abandono total a la Santísima Trinidad. Totalmente arraigado en el más allá, y siempre atento a lo presente, interpretaba proféticamente los signos de Dios en la Iglesia y en el mundo.

 

Las palabras "Dilexit Ecclesiam" (Amó a la Iglesia) que eligió como epitafio, son las que mejor resumen el sentir más profundo de quien fue Padre y Fundador de la Familia de Schoenstatt.

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